El Senado de la República reafirma su compromiso con la protección de los derechos de las niñas y los niños, en especial de aquellos que son desplazados por conflictos, persecución o pobreza, expresó con voz alta y firme la presidenta de la Mesa Directiva, Ana Lilia Rivera Rivera.
Al recibir a la pequeña Amal, una marioneta que mide tres metros y medio de altura, y que representa una niña siria refugiada de 10 años, la senadora por Tlaxcala vibró de emoción y nostalgia con el discurso que pronunció y subrayó:
“Que se oiga fuerte y claro, México ha sido y seguirá siendo un refugio para quienes lo necesitan. Una premisa que es parte de nuestra historia y nuestra cultura; que está profundamente arraigada a los valores, empatía y hospitalidad de la nación mexicana”.
Rivera Rivera expuso que la presencia de la pequeña Amal en este recinto, representa no solamente una responsabilidad muy grande en las acciones que habremos de tomar, sino una gran oportunidad para el Pacto Federal, que simboliza el Senado de la República, en nuestra solidaridad con su causa y con nuestra determinación de trabajar desde todos los espacios que en la Cámara Alta se puedan construir para lograr un mundo justo y generoso con los más inocentes, con los que no tienen un lugar en el mundo.
México tiene un corazón muy grande. Históricamente, aquí todos caben. Nos comprometemos a ser una voz para los que no tienen nada, ni siquiera patria. A ser un hogar para quienes han perdido todo, porque les han quitado lo suyo, reiteró la legisladora tlaxcalteca.
Se pronunció porque este recinto, donde hoy recibimos el recordatorio constante de nuestro deber para las niñas y los niños refugiados y desplazados del mundo; que su viaje, lleno de desafíos y de esperanza, inspiren nuestras políticas y nuestras acciones.
“Pequeña Amal, eres más que bienvenida al Senado de la República. Tu visita nos honra y nos motiva a seguir trabajando por un futuro donde todas las niñas y todos los niños puedan vivir en paz, amados, protegidos, alimentados, cobijados y felices”, sostuvo.
Con voz vibrante que por momentos se le quebraba de emoción, Ana Lilia Rivera dijo: Son los niños de Palestina, de Ucrania, de África, de Haití, de El Salvador, de Honduras, de Nicaragua, de México, que en tierras lejanas, bajo cielos distintos, recorren el mundo con sueños extintos. En sus ojos, el reflejo de guerras y mares. Llevan en el alma cicatrices y pesares. Son pequeños refugiados, viajeros sin fin, que buscan un hogar donde volver a sonreír.
Con la esperanza como única compañía, avanzan en un mundo que a veces no los cobija. Con sus corazones, sueños de un mañana donde reine la paz, la alegría y la calma, son flores en el desierto, luz en la oscuridad, refugiados, pero, ante todo, son humanidad., concluyó
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